Mariángeles Itatí Vallejos
mariangelesvallejos@gmail.com
Licenciada y Profesora en
Comunicación Social (FPyCS-UNLP) doctoranda en
Ciencias Sociales (FaHCE-UNLP). Becaria doctoral del
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el
Centro de Estudios en Nutrición Infantil CIC-PBA, Argentina.
Fecha de Recepción: 18/06/21 - Fecha de aprobación: 27/07/21
Resumen:
Este trabajo, redactado a modo de ensayo, se pregunta por el papel que la
televisión y la publicidad juegan en la actualidad. Se reconocen trabajos
anteriores que advierten que la televisión está perdiendo la batalla contra los
medios digitales lo cual la condenaría a su desaparición. En este sentido, se
propone atravesar esas elaboraciones atendiendo al lugar que la publicidad
cumplió y cumple como la principal fuente de financiamiento para dicho medio. A
modo de cierre se buscan esbozar algunos interrogantes de cara al futuro de la
publicidad y a la posibilidad de encontrar estrategias que permitan generar
ingresos económicos en un contexto en el que los escenarios de la televisión se
vuelven más inciertos.
This
work, written as an essay, concerns itself with the role that television and
advertising play today, taking into account previous
works that warn/alert of television's losing battle against digital media,
which would condemn it to its disapperence. In this
sense, it is proposed to go through these elaborations taking
into account the role that advertising fulfilled in the past and still
fulfills today as television's main source of financing. In closing, we seek to
outline some questions regarding the future of advertising and the possibility
of finding strategies that allow generating economic income in a context in
which television scenarios are becoming more uncertain.
Este ensayo busca ubicarse en el presente de la televisión, en un
contexto donde se asume que como medio -en su formato de aire, satélite o por
cable- está siendo reemplazado por las redes sociales y plataformas de
contenido por suscripción. Esta situación, refrendada o no por los números de
audiencias, igual lleva a la pregunta por la supervivencia de la publicidad en
medios como la televisión. En este contexto, son habituales las prácticas como
el skip ad[1] o el zipping[2] que se han instalado a la hora del
consumo audiovisual mediante internet y plataformas donde omitir las
publicidades, pasarlas rápido o adelantarlas son acciones posibles. En el caso
de la publicidad televisiva, es imposible quitarla y para evitar los anuncios
la única manera, hasta el momento, es cambiar de canal.
Hoy en día, la publicidad continúa siendo un elemento omnipresente tanto
en los medios, las redes sociales como en la vía pública y parece siempre caer
bien parada en lo que respecta a nuevos formatos y usos tecnológicos en los que
marca su presencia. Pero, al mismo tiempo, enfrenta el desafío respecto de su
adaptación a formatos ya conocidos y siempre cambiantes como la televisión, en
un contexto donde se plantea su obsolescencia. Este trabajo se ve orientado por
dos preguntas que se buscarán desarrollar: ¿qué rol juega la publicidad
televisiva en estos tiempos? y ¿qué lugar tendrá en los tiempos que vendrán?
El primer paso por este recorrido implica pensar a la televisión tal como
la propuso Raymond Williams, como una tecnología y forma cultural (2011) en
tanto que irrumpe y posibilita particulares repertorios de usos por parte de
las audiencias. Si desagregamos, podemos reconocer que se trata, primero, de un
artefacto que ha sufrido cambios en su historia como la ganancia de resolución
o de pulgadas y la posibilidad de conexión a internet. Al mismo tiempo, esos
cambios tienen que ver con la imbricación que ésta tuvo con las necesidades y
posibilidades de cada época. La televisión en tanto tecnología, como lo plantea
Hernán Thomas, forma parte del “tejido sin costuras que integran la sociedad,
la política y la economía” (2008, p. 220) por lo tanto, es posible reconocer
que cualquier tipo de innovación no deviene sólo de mejores y más avanzados
diseños sino que también se corresponden con nuevas formas de uso y demandas de
quienes la usan.
El segundo punto planteado por Williams lleva a pensar a la televisión
como una forma cultural lo cual
implica reconocerla como medio de comunicación, con un lugar preponderante en
los actos de habla. Algo que ha caracterizado a la televisión como medio es la
crítica respecto de su contenido por parte de las audiencias, las formas que
sus mensajes toman una vez que se reproducen a escala masiva y las implicancias
que eso tiene. Si nos remitimos al concepto de mediatización aportado por Roger Silverstone
(2004) podemos pensar en la transformación de los significados de los textos en
la medida que éstos circulan en lo social. Esto implica una escala tanto masiva
como pequeña, funciona para tecnologías de la comunicación complejas o simples
e involucra consumidores que a su vez se tornan productores de nuevos
significados sobre los textos mediáticos.
En este escenario participa también la publicidad televisiva, cuya
presencia es una constante en los diferentes momentos de este medio. Para las
audiencias es sencillo recordar jingles
publicitarios, incluso algunos de ellos pueden resultar entrañables o despertar
nostalgia de otras épocas porque, justamente, la circulación de anuncios en la
televisión es y fue una cuestión constante y cotidiana. Actualmente, estos
mensajes apelan a estrategias que dialogan con los consumos contemporáneos:
invitan a acciones en redes sociales, convocan a influencers[3] o retoman
demandas sociales actuales[4], entre otras cuestiones. Dichas
estrategias buscan lograr notoriedad en un medio que disputa su lugar central
con el ámbito digital.
Patrick Charaudeau propuso que los medios de comunicación, incluida
la televisión, funcionan como espejos
deformantes, en tanto que reflejan una versión de la realidad pero no la
realidad en sí misma (2003). En una dirección parecida, Antonio Caro Almela introdujo que la publicidad funciona como un espejo hermoseante
en tanto que exhibe una versión mejorada de la sociedad en la que sus miembros
“se complacen en reflejarse a la manera de Narciso” (2007, p. 133). Este tipo
de relatos aspiracionales, se han instalado en
nuestro cotidiano de forma tal que convivimos a diario con anuncios de todo
tipo. Tal como expresa Ana Wortman:
En nuestras
sociedades resulta imposible pensar la vida sin publicidad, dependemos de ella
para tomar decisiones que hacen a la reproducción de la vida cotidiana. Estamos
tan acostumbrados que los avisos publicitarios están naturalizados. Así, la
publicidad contemporánea constituye la puesta en escena de la dinámica de las
corporaciones transnacionales, como ATT, Unilever, Coca Cola, Shell, Colgate
Palmolive, Gillette, las cuales forman parte de nuestras vidas (2005, p. 2).
En los consecuentes apartados de este ensayo se buscará, primero,
reconocer la complejidad que vive la televisión en el presente. Segundo,
plantear el rol que la publicidad juega en la actualidad y en el marco de la
televisión. Finalmente, como cierre, se buscarán disparar una serie de
reflexiones e interrogantes respecto de la publicidad y la televisión en este
contexto, sin pretensiones conclusivas sino más bien en miras de colaborar con
nuevas preguntas.
Los medios de comunicación, como apuntaba John B. Thompson (1998) además de transmitir información y
contenido simbólico, involucran la creación de formas de acción e interacción
en la sociedad, tipos de relaciones sociales y maneras de relacionarnos con los
otros y con uno mismo. De alguna forma, el uso de los medios de comunicación
transforma la organización espacial y temporal de la vida social creando formas
de acción e interacción y modos de ejercer el poder, disociados del hecho de
compartir un lugar común.
Pensar a la televisión desde la actualidad implica, primero, entender que
en tanto medio ha logrado una masividad incuestionable, al punto que su
difusión tan extendida creó, como apuntaba Thompson, nuevas maneras de
interacción y de ejercer el poder: la circulación de discursos e imágenes a
grandes escalas es una de sus características. Segundo, reconocer que en la
actualidad esa masividad no se sostiene con la misma fuerza, donde discursos
circulantes en lo social afirman que este medio de comunicación “perdió la
partida contra internet” o que “ya nadie mira televisión”. Dichos discursos,
para Argentina, no se ven refrendados por los datos estadísticos ya que, según
la última Encuesta Nacional de Consumos Culturales elaborada en 2017[5] el 95% de la población se reconoció
como audiencia de la televisión. Asimismo, de ese total, el 70% asumió que mira la programación en el momento
de su emisión a través de TV por cable, aire o satélite y por fuera de
plataformas (SInCA, 2017 a). Estos datos dan cuenta
que la televisión continúa siendo un medio elegido y al que accede un
porcentaje importante de la audiencia, aun en la actualidad.
Hoy en día, el contenido televisivo se ve cada vez más vinculado al uso
de las tecnologías digitales al involucrar a las redes sociales (Facebook, Instagram, Twitter y Tik Tok, sobre todo), a la
participación del público en vivo e incluso la posibilidad de acceder al
contenido de la programación de manera asincrónica en diferentes plataformas.
Este último contenido, en algunos casos, forma parte de las métricas de rating
ya que desde 2018 en Argentina, la empresa de medición de rating Kantar Ibope Media, contabiliza
el Time Shifted
Viewing (TSV)[6] o visionado diferido, es decir,
aquellos programas que se miran mediante servicios de catch-up o grabación a través de sistemas de TV Paga o con algunos Smart TVs.
Otro caso de desplazamiento son las nuevas rutinas de producción de noticias
donde las audiencias participan con capturas realizadas con sus dispositivos
personales o bien mediante cámaras de seguridad, lo que forma parte del
contenido de la televisión actual (Calzado,
2015).
Las adaptaciones que ha tenido la televisión en el último tiempo se
inscriben dentro de un repertorio de otros cambios anteriores que distintos
autores se han ocupado de indagar. En este sentido, los diferentes momentos que
el medio atravesó se han denominado como paleo
televisión y neo televisión,
cuando Umberto Eco (1983) reconoció que este medio ya
tenía su propia historia, un recorrido en particular donde se podían reconocer
períodos específicos. Posteriormente se habló de post televisión (Piscitelli, 1999) o de meta televisión (Carlon,
2004), donde incluso se ha vaticinado su desaparición. Si bien en este marco es
difícil negar o afirmar algo así, es cierto que la TV a lo largo de su historia
ha logrado arreglos que consiguieron ajustarla a diversos contextos. Carlos Scolari, por su parte, puntualizó que la televisión “simula
lo que no es: un medio interactivo” (2008, p. 7), en este sentido, busca
integrar sus relatos en narraciones transmediáticas,
característica de lo que llamó hiper televisión.
Si nos enfocamos en la actualidad se reconoce una convergencia digital
que ha dado como
fruto la fusión
de tres grandes
industrias que previamente eran independientes: la audiovisual, la
informática y la de telecomunicaciones (López Villanueva, 2011), dicha
convergencia implica que los servicios de cable, telefonía e internet se
ofrecen juntos . En este sentido, Henry Jenkins propone:
Con
convergencia me refiero al flujo de contenido a través de múltiples plataformas
mediáticas, la cooperación entre múltiples industrias mediáticas y el
comportamiento migratorio de las audiencias mediáticas, dispuestas a ir casi a
cualquier parte en busca del tipo deseado de experiencias de entretenimiento.
Convergencia es una palabra que logra describir los cambios tecnológicos,
industriales, culturales y sociales en función de quienes hablen y de aquello a
lo que crean estar refiriéndose (2008, p. 14)
En torno lo anterior, el visionado televisivo se vuelve una experiencia
compartida entre el público por el fenómeno de la segunda pantalla (Guerrero, 2015), o bien del consumo multipantallas (Pauloni, 2013): se trata, por lo menos, de los teléfonos
celulares donde se comenta e intercambia sincrónicamente -vía redes sociales o
servicios de mensajería- con demás televidentes respecto de lo que están
mirando. Esto lleva a pensar, no en el fin de la televisión, sino en el fin de
la televisión tradicional, donde se emite una programación sin posibilidad de
“participar” de alguna forma, si es que eso alguna vez ocurrió.
Si recuperamos los análisis que pensaban el fin de la televisión es
posible ver en la siguiente conversación entre Eliseo Verón y Carlos Scolari, que aquello que se postula que está muriendo no es
la televisión como medio sino la televisión como medio masivo:
Simplemente
creo que, en lo que respecta a la televisión histórica, hemos entrado en un
tercer período, que será el último. Quiero decir: la televisión, ese fenómeno
masivo que conocimos, materializado en ese mueble entronizado en el living-room de nuestras casas, que activaba la socialidad
familiar, etc., está condenada a desaparecer. Hemos entrado en el período
final, en el período de la televisión del destinatario. (Scolari, 2011, p.
37).
En este caso, cabe desagregar lo postulado por Verón. Primero, se hace
referencia a la televisión como artefacto, en este caso sí está claro que
continúa siendo un mueble (cada vez más luminoso y chato) con preponderancia en
el living-room de
cada vez más hogares, aunque también ha entrado en competencia (y también en
diálogo) con otras pantallas que se sumaron al cotidiano. Segundo, se hace
referencia a la televisión como medio y en este sentido coincidimos con Verón
al reconocer que no goza del lugar preponderante que tuvo décadas atrás. La
televisión recorrió estadios como los ya nombrados: la paleo televisión donde se presentaba como una ventana que permitía
conocer el mundo exterior, o la neo
televisión (Eco, 1986) y meta
televisión (Carlon, 2004) donde se ocupaba de
mostrarse a ella misma –con programación que se alimentaba de contenidos ya
circulados previamente en la TV-. Esos estadios la llevaron, con el paso de los
años, al momento que menciona Verón respecto de una televisión del destinatario que surge de la crisis que suponen para
este medio las tecnologías digitales y sus posibilidades de interacción con sus
espectadores. Aquí, la televisión se empieza a dedicar a las audiencias
buscando interactuar, llamándolas a participar y así tratar de sostener los
números que alguna vez tuvo, a través de ese ida y vuelta.
Más allá de las estrategias que la televisión pudo y puede desplegar para
mantenerse vigente, cuando se trata de las personas jóvenes las prácticas de
consumo varían. Según el trabajo de Yamila Heram y
Julián Kopp (2019) en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires este sector etáreo utiliza en su mayoría el
celular para ver contenido audiovisual. De hecho, es posible reconocer no sólo
una migración de dispositivos sino
también una fuga hacia el celular por
parte de la generación millennial
(Guerrero Pérez, 2018), lo cual se puede aplicar para el caso de los y las centennials[7].
Si bien la encuesta realizada por el Sistema de Información Cultural
Argentina (SInCA) refleja que el 95% de la población
mira televisión esta cifra puede involucrar especialmente a personas de mayor
edad con un vínculo afianzado con el medio, o bien explicarse en zonas de
conectividad precaria. Incluso, puede pensarse como una cuestión ocasional en
la cual se consume la programación televisiva frente a un hecho puntual, como
podrían ser eventos deportivos, programas populares o determinadas noticias. Lo
cierto es que ya en la última encuesta realizada por el SInCA,
en su informe sobre Jóvenes y consumos culturales (2017 b), el
porcentaje de visionado televisivo es el mismo (95%) por parte de estas franjas
etarias más jóvenes pero con creciente utilización de otras plataformas para
buscar contenido televisivo.
Es posible reconocer que pese a la merma, presente o futura, en la
audiencia de la televisión, está claro que la publicidad juega un papel
central, en primer lugar, porque se trata de la principal fuente de
financiamiento de los medios. Ya desde sus orígenes, con la creación de la
prensa gráfica hacia finales del siglo XIX, la publicidad fue adaptándose en su
técnica y en sus estrategias para estar presente allí donde hubiese potenciales
consumidores. Hasta mediados del siglo XX la publicidad se enfocaba en anunciar
grandes inventos y sobre los beneficios de determinados productos. Fue luego de
la segunda posguerra, con el afianzamiento de la sociedad de consumo, que la
publicidad empezó a tomar herramientas de la psicología y de los estudios de mercado
para encauzar sus mensajes y dar cuenta de la diversificación en el mercado,
donde dos productos que desempeñaban la misma función se anunciaban como
completamente diferentes. En este sentido, se puede reconocer que en su
historia la publicidad siempre ha logrado adaptarse a los cambios tanto
tecnológicos como sociales y culturales de su tiempo, llegando a la actualidad
donde los anuncios mediante redes sociales aparecen ”a la carta” y en función
de los intereses de cada perfil.
En cuanto a la publicidad televisiva, aún hoy atrae notables inversiones
publicitarias lo cual la convierte, según los datos de la Cámara Argentina de
Agencias de Medios (CAAM), en el ámbito con mayor inversión a nivel nacional.
El sector publicitario, para 2020, invirtió 21.092 millones de pesos en la
televisión, un 40% más que lo que se invirtió ese mismo año en internet, el
siguiente sistema de comunicación con mayor inversión en el país (CAAM, 2020),
por lo que la televisión involucra un entramado económico que dificulta su
“caída” efectiva. En este sentido, hay que resaltar que si nos enfocamos en
otros casos, como es el de España, esta tendencia se revirtió ya que en 2020,
por primera vez, el medio digital superó en ingresos por publicidad a la
televisión (InfoAdex, 2020), lo cual podría avizorar
un cambio semejante en Argentina en el futuro. Más allá de lo que pudiese
pasar, es cierto que la televisión es el medio que proporciona la mayor cuota
de notoriedad para las marcas, incluso ahora, cuando las audiencias se han fragmentado
(Medinaveitia, 2017), por eso sigue siendo rentable
invertir en publicidad televisiva.
Ahora bien, como se mencionó al comienzo de este ensayo, nos encontramos
en la era del skip ad y del zipping, atributos del consumo audiovisual mediante plataformas que no
ocurre (hasta el momento) en la televisión tradicional. Hoy en día toparse con
los cinco primeros segundos de un comercial en YouTube parece una eternidad, por lo que ver los (en promedio) 30
segundos de un anuncio televisivo, o incluso una tanda comercial, pareciera tan
difícil como anacrónico. Por su parte, las suscripciones mensuales a
plataformas como Spotify Premium o YouTube Music Premium son formas de
consumo cada vez más instaladas y una de sus finalidades es, justamente, evitar
las publicidades. Distintos autores han realizado análisis respecto a las
formas en que las marcas podrían adaptarse a estos escenarios sin perder el
contacto con las audiencias (Taylor, 2015), incluso se han desarrollado formas
de engagement[8] para evitar el skip ad (Jeon, 2018). Lo cierto es que como
característica de este contexto las audiencias no sólo reconocen a los anuncios
como algo molesto o algo que interrumpe sino que además tienen un mayor número
de opciones para evitarlas y las marcas, por su parte, deben lidiar con ello.
En este sentido cabe volver a preguntarnos sobre las formas de consumo
que las audiencias más jóvenes tienen de la televisión y en particular, de ese
momento en el que transcurre la tanda comercial. Este tema resulta clave para
las empresas anunciantes ya que la opción de la segunda o la multipantalla también aparece como una manera de evasión en
dichos momentos. En tal sentido, el trabajo de Karen Guerrero y Verónica Crespo
Pereira sobre las formas de consumo de publicidad televisiva en jóvenes
ecuatorianos hace referencia a este tema y acerca algunas reflexiones:
Hoy por hoy,
alcanzar un posicionamiento de marca es complejo para aquellas empresas que no
poseen una larga trayectoria, al menos entre jóvenes. La publicidad on line es la reina del marketing experiencial. Y por este
motivo, la inversión de publicidad en internet irá creciendo. La televisión
debe buscar necesariamente la manera de adaptarse a este nuevo contexto
tecnológico, social y cultural. Su viabilidad dependerá de su convergencia con
los medios on line y redes sociales y la puesta a
disposición de espacios comerciales donde se ofrezca al anunciante todo tipo de
posibilidades y opciones para generar el engamement
con la marca (2020, p. 115).
Luego del recorrido realizado, quedan algunas preguntas respecto de la
televisión. En primer lugar, un interrogante es si este medio está muriendo o
va a dejar de existir. Se puede reconocer que este medio ha logrado adaptarse
tanto en su técnica como en su contenido a los desarrollos de su contexto
aunque esto no le alcance para mantener la posición que supo tener. Estas
formas de adaptación buscaron sostener la vigencia del medio para que éste
continúe como una opción de consumo. En tal sentido, es difícil saber si dichos
cambios redundarán en la ganancia de nuevas audiencias más jóvenes. Es probable
que sólo permita el sostenimiento de las ya logradas.
La pregunta que resuena, entonces, involucra a las personas jóvenes ya
que sus formas de consumo mediático y sus preferencias podrán ayudarnos a
avizorar los escenarios siguientes, o al menos, imaginarlos. Si la televisión,
efectivamente, decrece en su número de espectadores y las audiencias jóvenes no
la eligen, la publicidad televisiva se verá en la necesidad de adaptarse y
podría en un futuro segmentarse y tener como destinatarios a personas adultas
mayores, con productos orientados a esos grupos.
Por tanto, analizar a la televisión en este contexto se vuelve necesario
ya que, como medio, está sufriendo cambios notables que se pueden observar en
las estrategias que despliega para sostener a las audiencias: la
interactividad, el periodismo ciudadano o convocar a figuras de las redes
sociales, por nombrar algunas de ellas. En tal sentido, la migración de las
audiencias a otros formatos no debería implicar la migración de los análisis
sino, en todo caso, un reconocimiento del contexto que los medios atraviesan.
La televisión, y junto con ella, la publicidad televisiva, hablan desde lugares
menos consumidos que en otros tiempos pero no dejan de hablar y de simbolizar
lo cotidiano mediante sus spots, con
mensajes que –como se dijo al comienzo- es imposible quitar o adelantar. Las
ciencias sociales y la comunicación social tienen aquí un objeto de análisis
notable ya que la publicidad es una ventana desde la cual es posible mirar los
cambios en los consumos –incluso los consumos mediáticos- de cada época, por lo
que continuar con los estudios en esta línea se vuelve necesario para entender
a las audiencias y los distintos usos que personas jóvenes y adultas hacen de
los medios.
Al mismo tiempo, la televisión no pierde su vigencia gracias a, por un
lado, las audiencias que la eligen en un número atendible y, por otro lado, por
los aportes económicos que recibe a través de la publicidad. Por esta razón, es
necesario detenerse en estos discursos que hoy en día juegan un papel notable
para el sostenimiento de un medio tan importante como fue y es la televisión.
Dar cuenta de los caminos que la televisión y la publicidad están tomando o
vayan a tomar frente a los escenarios descriptos, será un trabajo para futuras
producciones.
En este sentido, la segmentación del público de la televisión y su
migración hacia otros formatos implicará necesariamente una consecuente
adaptación de la publicidad, que a lo largo de su historia ya ha demostrado
tener la aptitud para hacerse presente en cuanto espacio le proporcione
visibilidad. En este sentido, y volviendo al caso de la publicidad en
televisión ¿será rentable para las marcas, en un futuro, invertir cuantiosas
sumas de dinero en un medio que, finalmente, no le proporcionará niveles de
visionado masivos? ¿Se puede pensar que el fin de la televisión será, en
realidad, el momento en que este medio deje de ser rentable para la publicidad?
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[1] Skip ad es la opción para omitir anuncios publicitarios.
[2] Se nombra zipping a la práctica de adelantar o pasar rápido un anuncio en las plataformas de consumo audiovisual.
[3] Influencer es un anglicismo que se utiliza para hacer referencia a personas con capacidad para influir sobre otras, principalmente por medio de las redes sociales.
[4] Son conocidos en este contexto los llamados pinkwashing o lavado rosa (Carrillo, 2016) o greenwashing o lavado verde (Schmuck, Matthes y Naderer, 2018) en donde las marcas utilizan las demandas del colectivo feminista y ambientalista respectivamente para construir sus campañas publicitarias.
[5] Los datos provienen de la Encuesta Nacional de Consumos Culturales realizada por el Sistema de Información Cultural de la Argentina, la última de ese tipo hasta el momento de la escritura de este ensayo. Cabe reconocer que de 2017 a esta parte han pasado cuatro años, lo que en términos de avances tecnológicos y de consumo mediático es notable. Es posible pensar que los consumos de ese año, aunque cercano, podrían haber cambiado respecto de la actualidad.
[6] Fuentes consultadas http://www.marketersbyadlatina.com/articulo/5282-kantar-ibope-media-argentina-lanza-el-visionado-diferido-en-televisi%C3%B3n
https://www.newslinereport.com/negocios/nota/kantar-ibope-media-argentina-suma-el-time-shifted-viewing
[7] Se usan los anglicismos millennials o centennials para designar, en el primer caso, a las personas nacidas durante las dos últimas décadas del siglo XX y, en el segundo caso, las personas nacidas a partir del 2000.
[8] Engagement es un anglicismo que se utiliza para referirse al nivel de compromiso que los/as consumidores/ tienen con una marca en particular.