Fernando Krakowiak
ferkrako@gmail.com
Licenciado
en Ciencias de la Comunicación y Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad
de Buenos Aires. Se desempeña como
docente en la materia “Políticas y planificación de la comunicación” de la
Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Sus líneas de investigación son
políticas de comunicación, economía política de los medios y procesos de
digitalización audiovisual.
Fecha de Recepción: 18/06/21 -
Fecha de aprobación: 27/07/21
Resumen
El objetivo de
este trabajo es analizar el proceso que llevó a la Argentina a la adopción de
los distintos estándares técnicos para el despliegue de la televisión en blanco
y negro, la televisión en colores y la Televisión Digital Terrestre. El estudio
de la adopción de un estándar técnico permite ver que
la decisión va mucho más allá de la técnica, involucrando variables
industriales, comerciales, sociales y geopolíticas. El trabajo se basa en
múltiples fuentes de evidencia, como legislación, documentos, estadísticas y
entrevistas semi-estructuradas. En la primera parte se analiza el proceso de
adopción de la norma N para la televisión blanco y negro en la década de 1950,
en la segunda parte el foco está puesto en la elección del estándar técnico
PAL-N que el país llevó adelante en la década de 1970 y finalmente en la
tercera parte se estudia el proceso de adopción de la norma ISDB-T para la
Televisión Digital Terrestre que se concretó a fines de la década de 2000.
Palabras claves: televisión – políticas de
comunicación – historia de los medios - tecnología
Summary
The objective of this paper is to analyze the process that
led Argentina to the adoption of the different technical standards for the
deployment of black and white television, color television and Digital
Terrestrial Television. The study of the adoption of a technical standard
allows us to see that the decision goes far beyond the technical one, involving
industrial, commercial, social and geopolitical variables. The paper is based
on multiple sources of evidence, such as legislation, documents, statistics and
semi-structured interviews. The first part analyzes the process of adoption of
the N standard for black and white television in the 1950s, in the second part
the focus is on the choice of the PAL-N technical standard that the country
carried out in the 1970s and finally, in the third part, the process of
adoption of the ISDB-T standard for Digital Terrestrial Television that took
place at the end of the 2000s is studied.
Keywords: television - communication policies -
media history - technology
El objetivo de este trabajo es analizar el
proceso que llevó a la Argentina a la adopción de los distintos estándares
técnicos para el despliegue de la televisión en blanco y negro, la televisión
en colores y la Televisión Digital Terrestre. Constituye una forma diferente de
recorrer la historia de la televisión local, donde el foco no está puesto en
los programas y las figuras que se destacaron en las distintas épocas ni en la
apropiación de esos productos por parte de los espectadores en su vida cotidiana.
Detenerse en cuáles son las causas que llevan a
concretar la elección de un estándar técnico es relevante no sólo para entender
la evolución de la industria de la televisión sino también para poder
reflexionar sobre la compleja relación entre política y tecnología, tomando
distancia, en línea con Raymond Williams, tanto del determinismo tecnológico,
que ve a las nuevas tecnologías como una serie de invenciones surgidas de un
proceso de investigación y desarrollo que establece las condiciones para el cambio
social y el progreso, como de otra visión, también determinista, que muestra a
la tecnología como un síntoma de un cambio social que de todas formas ocurrirá,
siendo la tecnología apenas un síntoma de factores causales a determinar
(Williams, 2011 [1974]).
El estudio de la adopción de un estándar técnico
permite ver justamente que la decisión va mucho más allá de la técnica,
involucrando variables industriales, comerciales, sociales y geopolíticas. Es
un juego de intereses complejo y dinámico del que participan aparatos
estatales, partidos políticos, industrias de fabricación de tecnologías de la
información, lobbies internacionales que promueven las distintas normas,
operadores de telecomunicaciones y empresas de radiodifusión.
El estudio se basa en múltiples fuentes de
evidencia, como legislación, documentos, estadísticas y entrevistas
semi-estructuradas, que deben converger en un estilo de triangulación
metodológica. Este último término se deriva de la navegación, donde se define
la situación de un objeto por el entrecruzamiento de las líneas trazadas desde
distintos puntos.
En la primera parte se analiza el proceso de
adopción por parte de Argentina de la norma N para la televisión blanco y negro
en la década de 1950, en la segunda parte el foco está puesto en la elección
del estándar técnico PAL-N que el país llevó adelante en la década del 70 y
finalmente en la tercera parte se estudia el proceso de adopción de la norma
ISDB-T para la Televisión Digital Terrestre que se concretó a fines de la
década del 2000.
La televisión se comenzó a implementar en
Argentina con retraso respecto a los avances registrados en Estados Unidos,
Inglaterra, Alemania y algunos países latinoamericanos como Brasil, México y
Cuba. Desde mediados de la década del 20, los principales diarios y revistas
hacían referencia al dispositivo como una tecnología que sería incorporada en
breve a la vida cotidiana[1] y ya a fines
de esa década se realizaron algunas pruebas.
En 1928, el radioaficionado Ignacio Gómez Aguirre
logró transmitir imágenes fijas en su laboratorio y al año siguiente lo hizo en el Teatro de la Opera en la calle Corrientes. En
1930, Gómez Aguirre fundó “Baird Televisión Argentina”, junto a otros pioneros
de la radiodifusión como José Guerrico, Antonio Devoto, Benjamin Gache, Enrique
García Merou y Angel Perrone, aunque la sociedad se disolvió a los pocos meses.
El 26 de junio de 1931 se funda el Centro Argentino de Televisión que en 1934
realiza junto a Radio Splendid transmisiones de televisión con exploración
mecánica y en 1937 transmisiones con un tubo de imagen de exploración
electrónica. El 15 de agosto de 1938, Eduardo Grinberg funda el Instituto
Experimental de Televisión y el 18 de marzo de 1944 se emite el primer programa
experimental. Luego, el 26 de junio de 1944, la Dirección General de Correos y
Telecomunicaciones realiza un ciclo de emisiones experimentales que podía ser
visto en el subsuelo de la avenida 9 de julio (Grinberg, 1956; Horvath, 1988).
Pese a todos esos avances, las transmisiones regulares llegarían varios años
más tarde.
La primera legislación oficial que hace
referencia a la puesta en marcha de la televisión es el decreto 12.909 del 12
de junio de 1945 que autoriza al empresario Martin Tow a instalar una estación
experimental de televisión en la Ciudad de Buenos Aires, aunque incluso esa
iniciativa quedó en la nada. Hubo que esperar hasta mediados de 1950 cuando el
empresario de origen búlgaro Jaime Yankelevich, ex propietario de LR3 Radio
Belgrano y por entonces director de la emisora que había sido adquirida por el
Estado el 14 de octubre de 1947, le ofreció al presidente Juan Domingo Perón
traer el equipamiento necesario desde Estados Unidos para montar la primera
estación de televisión en el país.
Una vez que obtuvo el visto bueno oficial,
Yankelevich realizó varios viajes a Nueva York con familiares y técnicos de
confianza como Max Koeble, un ingeniero alemán que había trabajado en Siemens y
Telefunken. En una de esas visitas se reunió con dos pioneros de la televisión
estadounidense como David Sarnoff (RCA) y William Paley (CBS) y directivos de
DuMont y la International Telephone and Telegraph (ITT). Finalmente adquirió un
transmisor de 5 Kw de potencia, equipos de estudio, dos grandes equipos móviles
(un ómnibus y un camión de exteriores con sus grupos electrógenos), seis
cámaras Standard Electric y 450 televisores Capehart (Nielsen, 2004, p. 15). La
televisión comenzó oficialmente el 17 de octubre de 1951 con la transmisión de
los discursos de Perón y Eva Perón en el acto del Día de la Lealtad realizado
en Plaza de Mayo, aunque las emisiones regulares tuvieron lugar a partir del 4
de noviembre en el horario de 17:30 a 22:30. Estas emisiones las realizó LR3 TV
Canal 7, firma dependiente de la estatal LR3 Radio Belgrano. [2]
La decisión de comprar el equipamiento en Estados
Unidos no fue casual. Yankelevich era un empresario con contactos fluidos
también en Europa, pero luego de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos le
había sacado ventaja al Viejo Continente en el desarrollo de la televisión y la
mejor tecnología había que buscarla allí. Además, capitales estadounidenses,
que se habían vinculado al sector televisivo argentino durante su fase
experimental, también ejercieron su influencia y se beneficiaron con muchos de
los negocios que surgieron a partir de entonces.
La incorporación de cámaras Standard Electric y
televisores Capehart significaba de hecho adoptar para el despliegue de la
televisión monocromática el estándar técnico de transmisión estadounidense que
había consensuado la Comisión Nacional de Sistema de Televisión (NTSC, según
sus siglas en inglés) y adoptado oficialmente la Comisión Federal de
Comunicaciones (FCC, según sus siglas en inglés) en mayo de 1941 para ese país.
Sin embargo, había que resolver un problema técnico. El estándar de Estados
Unidos contemplaba 525 líneas por imagen y 30 cuadros por segundo, lo que
implicaba una frecuencia de barrido (refresh rate) vertical de 60 Hz ya que
cada cuadro de imagen requiere dos barridos para ser completado. La frecuencia
de barrido de 60 Hz había sido elegida para que pudiera sincronizarse con la
frecuencia de línea de la red eléctrica, que en Estados Unidos es de 60 ciclos
por segundo, y evitar el parpadeo de la imagen. En Argentina, en cambio, la
frecuencia de línea de la red eléctrica era de 50 ciclos por segundo, en
sintonía con Europa. Por lo tanto, hubo que adaptar los equipos a dos campos de
25 cuadros por segundo. Esa modificación obligó a aumentar la cantidad de
líneas por imagen. Entonces, se estableció una norma de 625 líneas por imagen y
25 cuadros por segundo (Santos Hernando, 1977, pp. 14-15). La instalación y
conversión de los equipos estuvo a cargo de Max Koeble y César Guerrico,
quienes contaron con el asesoramiento del ingeniero de Standard Electric, James
M. Ballentine (Fundación Standard Electric Argentina, 1979, p. 175).
La adopción del estándar se oficializó recién
durante la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu a través de la
resolución 2654 del 5 de diciembre de 1957. La fecha no es casual. El 25 de
noviembre de ese mismo año el gobierno había sancionado la nueva ley de
radiodifusión 15.460 que determinó las bases para un próximo llamado a
licitación, donde se incluía la privatización de radios comerciales y la
adjudicación de licencias para instalar nuevos canales de televisión, pues
hasta entonces solo emitía Canal 7 (Mastrini, 2005, pp. 105-106). Por lo tanto,
la oficialización de un standard técnico tenía por objetivo evitar la
multiplicidad de sistemas una vez que empezaran a emitir los nuevos canales. El
estándar adoptado, que también hicieron propio Uruguay, Paraguay y Bolivia, fue
identificado luego con la letra N.
La elección le correspondió al Estado, pero la
influencia de las empresas privadas de capital estadounidense fue determinante.
Standard Electric, que ya estaba instalada en el país con un planta en el
distrito bonaerense de San Isidro para la fabricación de radio, válvulas y
otros elementos para radio y televisión, no sólo proveyó los transmisores a
Canal 7 en sus comienzos sino que también organizó la empresa Capehart
Argentina S.A. con un capital de 20 millones de pesos con el objetivo de
iniciar en el país la fabricación de televisores y otros equipos. Para ese
emprendimiento se asoció con el financista Jorge Antonio, un hombre cercano al presidente
Juan Domingo Perón (Fuchs, 1957, pp. 261). La Standard, pertenecía por entonces
a la International Telephone and Telegraph (ITT), la cual a su vez estaba en
manos del grupo financiero Morgan. La ITT había controlado la red telefónica
argentina desde 1929 hasta 1946, cuando Perón decidió nacionalizarla. Sin
embargo, el consorcio estadounidense siguió vinculado a su sucesora a través de
un contrato exclusivo de asesoramiento técnico y otro para el suministro de
materiales. Además, a través de Standard Electric, ITT proveía materiales al
Ministerio de Obras Públicas y al Ministerio de Marina, Aeronáutica y
Transporte, entre otros. A su vez, el presidente de la ITT, coronel S. Behn,
había sido condecorado por el gobierno de Perón (Fuchs, 1957, pp. 259-260).
En esa época también comenzaron a comercializar
televisores en el país Lix-Klett y CIA, con la marca Sylvania; Ken Brown
Argentina, Televa S.A., RN González y Cía y Telesud S.A., todas firmas
vinculadas, de modo directo o indirecto, a capitales estadounidenses. Incluso
la holandesa Philips que también comenzaría a vender televisores en el país
tenía entonces a la estadounidense General Electric entre sus principales
accionistas.
La elección de una norma de transmisión diferente
a la estadounidense dificultó la importación directa de equipos porque era
necesario adaptarlos para que pudieran ser utilizados en el país, pero esa
modificación había sido inevitable porque las frecuencias de línea de la redes
eléctricas de ambos países eran distintas. Esta situación favoreció la
radicación de fábricas de televisores, aunque eran más bien armadurías porque
casi todas las piezas terminaban siendo importadas de Estados Unidos. En los
años siguientes, fue necesario avanzar con una serie de medidas proteccionistas
para que esa ecuación se modificara, al menos levemente, en beneficio de la
industria nacional.
A comienzos de la década del 60, ya existían unas
30 firmas que armaban televisores en el país, muchas de las cuales firmaron
convenios de asesoramiento y asistencia técnica integral con importantes
compañías extranjeras, lo que les aseguró el aprovechamiento de los últimos
avances de la electrónica y contribuyó a la capacitación de técnicos
argentinos. Entre ellas se destacaban las mencionadas Capehart, Telesud, Televa
y Philps, junto a Sadic, JJ Bertagni y Cía. y Condor. A este grupo se le sumó
también un gran número de pequeñas firmas que fabricaban televisores con
escasos recursos económicos. Este sector se dedicaba fundamentalmente al armado
porque los componentes principales eran importados. De hecho, el tamaño del
mercado hacía que no sea conveniente la fabricación local de ciertas piezas
como, por ejemplo, válvulas y tubos de rayos catódicos (López Lacuara, 1964,
pp. 6-9).
El 25 de junio de 1951, cuatro meses antes de que
Argentina comenzara con sus transmisiones regulares de televisión en blanco y
negro, la cadena estadounidense CBS ya había emitido su primer programa en
colores y Estados Unidos estaba en pleno debate sobre cuáles debían ser los
parámetros técnicos para ese nuevo sistema. La referencia busca dejar en claro
que la implementación del color era una posibilidad que se evaluaba ya desde el
inicio de la televisión monocromática en Argentina, a punto tal que algunos
ciudadanos dudaban sobre si convenía comprar un televisor en blanco y negro o
esperar directamente a que llegaran los receptores a color (Grinberg, 1956, pp.
108). Sin embargo, su desembarco se terminaría demorando casi 30 años.
La primera decisión oficial en tal sentido se
tomó durante el gobierno militar del general Roberto Levingston. El 19 de enero
de 1971, la secretaría de Comunicaciones decidió crear una comisión a través de
la resolución 40 que tenía la misión de realizar un Estudio Técnico que evalúe
los sistemas de televisión color en funcionamiento a nivel mundial para
aconsejar cuál de ellos se adaptaba mejor a las necesidades del país. Las tres
normas disponibles eran la estadounidense NTSC, la alemana PAL y la francesa
SECAM. El artículo 4 de esa norma fijó un plazo tentativo de 120 días para
cumplir con el objetivo fijado.
Casi al mismo tiempo el sector privado inició sus
propias pruebas. El 2 de junio de 1971 canal 13 realizó la primera transmisión
experimental de la televisión en colores con la norma estadounidense NTSC. Los
capitales de la principal potencia continental continuaban teniendo una fuerte
influencia en la televisión local y el licenciatario del canal, Goar Mestre
Espinosa, estaba alineado con esos intereses. De hecho, Proartel, la productora
de Goar Mestre, publicó en 1971 el libro “Televisión en Colores: NTSC, el
sistema óptimo para la Argentina”, que reproducía una conferencia dictada en el
Centro Argentino de Televisión el 14 de septiembre de ese año por el ingeniero
Francisco Gavilanes, gerente de Técnica y Operaciones de Proartel entre 1960 y
1974. En ese texto, Gavilanes aclaraba que el objetivo de su presentación no
era comparar los distintos sistemas desde el punto de vista técnico sino sólo
explicar por qué la norma NTSC era la que mejor podía adaptarse por entonces a
nuestro país. Allí reconocía que si bien la elección de la norma “N” había sido
correcta cuando se iniciaron las emisiones de televisión en la década del 50
por la necesidad de sincronizar la frecuencia de repetición de imágenes con la
frecuencia de alimentación de la energía eléctrica, en la década del 70 eso ya
no era necesario (Gavilanes, 1971, pp. 12-13). La ventaja del NTSC, siempre
según Gavilanes, era que se iba a poder acceder más fácilmente al equipamiento
necesario para las estaciones y los
receptores de TV color ya que solo habría que adaptar la parte del barrido,
única diferencia entre la norma estadounidense M y la argentina N. Ambas
compartían el mismo ancho de banda del canal y la subportadora de color iba a
ser la misma. Incluso Gavilanes remarcaba que era más ventajoso para el
intercambio de programas vía satélite. Por ejemplo, en su análisis mencionaba
que España generaba su programación con la norma 625/50 PAL G, pero la
convertía a 525/60 NTSC M para subirla al satélite y vendérsela a Estados
Unidos y otros países de América. Por lo tanto, si Argentina optaba por la
norma europea de 625/50 PAL N al comprar esos programas debería recodificarlos
dos veces, aunque tuviese PAL, con la consiguiente degradación de la imagen. En
el caso de que se optara por la norma NTSC para 625/50, conocida como NTSC N,
solamente tendría que usar el convertidor para el barrido lo que ya hacía para
el blanco y negro sin tener que hacer la transcodificación de la subportadora
de color, lo que le evitaba supuestamente problemas adicionales de estabilidad
del convertidor y preservaba la calidad. Además, volvía a remarcar que cuando
se comenzaran a utilizar receptores asincrónicos o transistorizados, el uso del
convertidor ya no sería necesario, aumentando la calidad y abaratando los
costos de producción (Gavilanes, 1971, pp. 31-32).
Por último, Gavilanes reconocía que el sistema
NTSC había sido vulnerable en sus comienzos en lo que respecta a la estabilidad
del color. De hecho, el control del color debía ser reajustado frecuentemente,
no solo cuando se cambiaba de canal, sino también durante un mismo programa lo
que llevó a los críticos del sistema a decir que NTSC quería decir Never Twice the Same Color (Nunca dos
veces el mismo color). No obstante, Gavilanes aseguraba que esos inconvenientes
habían quedado atrás. Incluso dio detalles técnicos sobre la prueba realizada
en Canal 13 en la madrugada del 2 de septiembre de 1971, después del cierre de
la transmisión, los cuales supuestamente avalaban sus dichos sobre la
conveniencia de la norma NTSC. Sin embargo, Jorge Curatella[3], por entonces
subgerente técnico de Canal 13, quien también participó de aquellas pruebas,
recordó que hubo algunos problemas:
El NTSC era muy delicado
ante los cambios de frecuencia, tanto de red como de temperatura y de
componentes porque como yo estoy mandando la información por un sistema
vectorial, el vector es complicado de mantener estable en analógico. Esa noche
dijimos “vamos a ver qué sale”. Hicimos unas pruebas. Salió bien, pero al
ratito había que ir a tocar. Usted tenía 20 monitores, los ajustaba a la mañana
y a la tarde era otra cosa.
Curatella además atribuyó la
postura de Gavilanes a intereses políticos:
Había una fase política y él
como gerente tenía que apoyar toda una presión americana a través de Goar
Mestre por más que no estaba convencido. Yo le decía, en broma: “Francisco,
cómo te vendés, viejo. Ustedes quieren defender lo indefendible”.
La presión
estadounidense era fuerte, pero no era la única. Los alemanes también habían
iniciado una tarea de lobby intenso con la empresa Bosch Fernseh a la cabeza
para intentar imponer la norma PAL, mientras que los franceses impulsaban SECAM
en el país a través de Thomson-CSF, una firma surgida en 1968 de la fusión
entre Compagnie Générale de Télégraphie Sans Fil (CSF) y Thomson-Brandt.
Finalmente, la comisión que había creado el
gobierno en enero de 1971 aconsejó que la adopción de la televisión color se postergue
hasta 1975. Los motivos fundamentales que justificaron esa decisión fueron los
siguientes: 1) Necesidad de adecuar previamente a la industria electrónica
nacional para la fabricación de la mayor parte de los componentes de TV color,
a fin de sustituir importaciones de bienes y tecnología y evitar así un drenaje
significativo de divisas; 2) Evitar problemas sociales a raíz del elevado costo
del receptor, lo que lo haría solo accesible para los sectores económicamente
más pudientes.
El próximo paso lo dio el gobierno de Isabel
Martínez de Perón, un mes y medio antes de ser derrocado. El 2 de febrero de
1976 su ministro de Economía, Antonio Cafiero, firmó la resolución 100/76 a
través de la cual se volvió a crear una comisión con el objeto de determinar la
oportunidad de implantación de la televisión en colores en el país y el sistema
a adoptarse, desde el punto de vista técnico, económico y financiero. La
comisión tenía 60 días para elevar un informe preliminar, pero el golpe de
Estado del 24 de marzo de 1976 frustró el plan oficial.
Al poco tiempo, la dictadura militar retomó la
tarea de avanzar con la implementación de la televisión color, pero con la
prioridad puesta en la transmisión del Mundial de Fútbol que se realizaría en
el país en junio de 1978. De hecho, el 6 de agosto de 1976 sancionó la ley
21.377 que declaró de interés nacional la transmisión por televisión en colores
para el exterior del XI Campeonato de Fútbol Argentina 1978. A su vez, aquella
ley también creó la empresa Argentina 78 Televisora (A78TV) S.A. para poder
concretar el objetivo. Por esos días se produjo además un hecho de gran
trascendencia que no tuvo demasiado debate público. La Secretaría de
Información Pública de la presidencia confirmó la adopción del sistema alemán PAL
para la transmisión hacia el exterior exclusivamente del Mundial de Fútbol.
Algunos analistas atribuyeron esta elección a la presión que ejerció la
Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), que tenía a la industria
alemana entre los principales promotores y anunciantes del mundial (Postolski y
Marino, 2005, p. 172).
Luego de ese anuncio, la Secretaría de
Comunicaciones publicó un breve texto en el Boletín Semanal del Ministerio de
Economía Nº 144, con fecha del 27 de agosto de ese mismo año, donde detalló las
tareas que estaban llevando adelante para la implantación de la televisión
color y aclaró que la decisión de transmitir en PAL hacia al exterior no
comprometía la futura elección de la norma para las emisiones locales. Sin
embargo, iba a terminar siendo un condicionante muy fuerte porque la empresa
A78TV, que había comenzado a ser montada en el edificio de Figueroa Alcorta y
Tagle, se equipó en 1977 con cámaras y equipos de la alemana Bosch. Además, en
el segundo semestre de ese mismo año una misión integrada por técnicos de todos
los canales viajó a la fábrica de Bosch en Berlín para capacitarse durante tres
meses. En ese entonces A78TV no tenía relación con Canal 7, el cual funcionaba
en el edificio Alas, ubicado en Viamonte y Leandro N. Alem, pero ya entonces
era difícil creer que todo ese equipamiento incorporado por A78TV luego iba a
ser desaprovechado al elegir otro estándar técnico. “Definir el sistema PAL
para la transmisión al exterior en colores del Mundial 78 y después decir `voy a
ver qué hago con la televisión en colores en el país` es una trampa. Definir el
PAL para el Mundial implicaba ya tener el mayor canal de color del país
preparado para transmitir con esa norma”, aseguró el ingeniero Oscar Nunzio,
quien por entonces se desempeñaba en Proartel, luego pasaría a hacerlo en A78TV
y finalmente formaría parte de Canal 7[4]. Sin duda,
los alemanes habían dado un paso fundamental al lograr que el Mundial de Fútbol
se transmitiera con la norma PAL.
Pese a ello, se reactivó la comisión de estudio
que había creado el gobierno de Isabel Perón poco tiempo antes del golpe de
Estado para definir el estándar técnico con la que se empezaría a transmitir
televisión en colores en Argentina luego del Mundial. Ni siquiera hizo falta
una nueva resolución, pues se hizo valer la que había firmado el ministro
Antonio Cafiero en febrero de 1976, aunque la composición de la comisión fue
otra.
En octubre de 1977, la comisión elevó un extenso
Estudio de Factibilidad donde recomendó la norma europea PAL. En las
conclusiones discriminó los aspectos técnicos de los económico-financieros y
sociales. Como síntesis de los aspectos técnicos, el informe concluyó que para
las emisiones de televisión color era conveniente el sistema PAL en norma “N”
compatible. En lo que respecta al factor económico-financiero y social, se
evaluó el impacto que tendría la implementación de la televisión color en el
corto plazo (mediados de 1977-principios de 1978) y en el mediano plazo
(principios de 1980) en la industria nacional, la balanza comercial y en la
propia población a partir de las posibilidades para acceder a los equipos
receptores. El informe concluyó que la implantación en el corto plazo no
tendría ningún beneficio social ni económico sino que, por el contrario, sus
efectos serían contraproducentes. Al justificar esta afirmación se remarcó que
traería aparejada “la frustración de la gran mayoría de la población
(aproximadamente un 85 por ciento) que, dado el elevado costo del receptor
vería imposibilitado su acceso a dicho bien con sus lógicas implicancias
socio-familiares” (Secretaría de Estado de Comunicaciones, 1977, p. 164).
Incluso se remarcó que esa situación se agravaría debido a la realización del
Mundial de Fútbol, que solo podrían ver en color unos pocos. Se afirmó además
que la implementación en el corto plazo le imposibilitaría a la industria
obtener una adecuada integración nacional y provocaría un considerable flujo de
divisas que estaría en los tres primeros años en torno a los 45 millones de
dólares anuales, cifra equivalente al 1,5 por ciento del total de las
importaciones argentinas de 1976. Por último, se advirtió sobre el impacto
negativo en la comercialización de aparatos en blanco y negro sin que ello
significara una venta relevante de aparatos a color. Por lo tanto, se recomendó
su implementación recién en 1980.
En lo que refiere a la transmisión, el informe
destacó que la realización del Mundial de Fútbol de 1978 llevaría al país a
efectuar las inversiones más significativas, tanto en materia de producción de
programas de color como en infraestructura de comunicaciones para transporte de
señal lo cual podría ser aprovechado por Canal 7 cuando se implemente la
televisión color en el mercado interno. A su vez, se aclaró que el equipamiento
del resto de los canales, sobre todo los capitalinos, se hallaba en franco
estado de obsolescencia y la renovación de esos equipos por otros
monocromáticos resultaría más onerosa que cambiarlos por equipos a color por
razones técnico-comerciales del mercado internacional.
Con respecto a la recepción, el informe destacó
que la implementación de la televisión color en el mediano plazo, como mínimo
de 27 a 30 meses, posibilitaría un adecuado porcentaje de integración nacional
en la producción de los televisores, similar o superior al vigente entonces
para la televisión monocromática, siempre y cuando se comenzara en forma
inmediata a realizar las inversiones necesarias en plantas de fabricación de
tubos de rayos catódicos y yugos color. Esas inversiones ayudarían a reducir la
erogación de divisas a una cifra equivalente al 0,8 por ciento de las
importaciones realizadas en 1976. Según la proyección oficial, el país contaría
en 1990 con un mercado potencial de 6,1 millones de familias, de las cuales el
40 por ciento podría acceder a receptores color. Eso significa que se tendría
que abastecer al mercado con 2,5 millones de aparatos, una cifra considerada
razonable por los autores del informe. A su vez, se destacó que la adopción de
un sistema compatible con los televisores blanco y negro, evitaría marginar a 5
millones de familias que poseían esos aparatos. Por último, en lo que refiere
al impacto social, se remarcó que, aún en el mediano plazo, el núcleo de la
población que tendría acceso a la televisión color sería acotado debido al
elevado precio de los aparatos.
El informe incluyó también un detalle del avance
que venía experimentando la televisión color en 54 países que ya contaban con
el servicio o habían seleccionado la norma a implementar. Dentro de ese total,
el 48 por ciento se había inclinado por el sistema PAL, el 26 por ciento por
NTSC y otro 26 por ciento por SECAM. Un dato a destacar es que, pese a tener en
cuenta lo que ocurría en el resto del mundo y en particular en la región, en
ningún momento del informe se evalúo la posibilidad de coordinar algún tipo de
estrategia común, al menos con los países limítrofes, para avanzar con la
implementación de una misma norma. De hecho, Argentina, Uruguay y Paraguay
optaron por PAL-N, pero sin coordinación entre ellos; Bolivia y Chile, que
también tenían la norma N para la televisión monocromática, se inclinaron por
NTSC; Brasil, que tenía norma M y no hubiera requerido ninguna adaptación en
caso de elegir NTSC, eligió PAL con la variante M, siendo el único país en el
mundo que siguió ese camino; mientras que el resto de los países de América que
también tenían M optaron por NTSC, manteniendo su alineación con los Estados
Unidos.
El gobierno del dictador Jorge Videla hizo
propias las conclusiones del informe y el 30 de octubre de 1978 oficializó la
adopción de la norma PAL-N para las emisiones internas a través del decreto-ley
21.895, aclarando que las mismas recién podrían iniciarse una vez transcurrido
un lapso de 18 meses desde la promulgación de esa norma. Las especificaciones
técnicas del sistema PAL se publicaron el 1 de febrero de 1979 en la resolución
750[5] y finalmente
las transmisiones regulares en colores en el país comenzaron el 1 de mayo de
1980.
La elección de la norma japonesa ISDB-T de la mano de
Brasil
Una vez implementada la televisión color, el
debate sobre la adopción de un estándar técnico en la industria televisiva
recién volvió a la agenda pública a partir de la década del 90 de la mano de la
digitalización, un emergente del proceso de convergencia tecnológica entre las
telecomunicaciones, el audiovisual e internet. La migración del sistema analógico
al digital suponía una mejora en la calidad de la imagen y el sonido, capacidad
de interactividad, interoperabilidad con equipos de telecomunicaciones e
informática y una mayor oferta de contenidos a partir de la puesta en juego de
tecnologías de compresión de video más modernas.
Consorcios estadounidenses, europeos, japoneses y
chinos diseñaron su propio estándar digital para la televisión terrestre y
comenzaron a pugnar para que el resto de las naciones lo importe porque eso les
reporta ingresos millonarios por transferencia de tecnología, venta de equipos
y, eventualmente, pago de royalties. De hecho, la Televisión Digital Terrestre
(TDT) obliga a los canales a adaptar sus plantas transmisoras y a los usuarios
a cambiar sus televisores o comprar un conversor para captar la nueva señal ya
que luego del apagón analógico, concretado por lo general después de un periodo
de transición de diez años, el televidente que no se haya adaptado no puede
captar la televisión en sus viejos aparatos analógicos.
En el caso argentino se pueden identificar con
claridad tres etapas desde que el tema comenzó a ser analizado hasta que se
adoptó un nuevo estándar: una embrionaria durante la segunda presidencia de
Carlos Menen (1995-1999) en la que surgen los primeros debates sobre la TDT y
que culmina con la rápida adopción del estándar estadounidense ATSC, aunque su
implementación nunca se concretó; un período de revisión de aquella decisión
que comienza durante la presidencia de Fernando De la Rúa (1999-2001), cuando se
le da luz verde a la realización de pruebas técnicas, y se extiende hasta la
presidencia de Néstor Kirchner (2003-2007), en la que se comenzó coordinando
con Brasil para elegir un estándar común y se terminó coqueteando con Europa en
soledad luego de que los brasileños optaran por la japonesa ISDB-T; y una
tercera fase que se desarrolla durante la primera presidencia de Cristina
Fernández de Kirchner (2007-2011) en la que el lobby brasileño-japonés escala
posiciones y Argentina elige la norma ISDB-T. En este trabajo se pondrá el foco
en lo resuelto durante la presidencia de Cristina Fernández.
El 30 de noviembre de 2005, al cumplirse veinte
años de la Declaración de Iguazú que sentó las bases para la conformación del
Mercosur, Néstor Kirchner firmó con su par de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) un
compromiso para fortalecer la cooperación regional y la integración. Al texto
se le anexaron veintitrés convenios, entre los cuales se incluyó el Acuerdo de
Cooperación en el Área de Televisión Digital Terrestre. Su finalidad
fue impulsar el desarrollo y la implementación de un único sistema de TDT en
ambos países.
A raíz de ese convenio bilateral, el 6 de abril
de 2006, el gobierno de Néstor Kirchner creó, a través de la resolución 4 de la
Secretaría de Comunicaciones, una Comisión de Estudio y Análisis de los
Sistemas de Televisión Digital, encargada de recomendar nuevamente el estándar
técnico, aunque no derogó formalmente la resolución 2357/98 que había optado
por el estándar estadounidense ATSC durante el gobierno de Carlos Menem.
Kirchner dejó sentado allí que las diferencias tecnológicas no serían
determinantes para justificar la elección y estableció como requisito pautas
económicas, tales como inversión, generación de empleo, transferencia
tecnológica y pago de royalties.
El 29 de junio de 2006, apenas siete meses
después de rubricar el acuerdo bilateral con Argentina, Brasil adoptó a través
del decreto 5820 un sistema caracterizado por una leve innovación de la norma
japonesa ISDB-T. Japón desembarcó de ese modo en Sudamérica y junto con Brasil
comenzarían en los próximos meses a intentar expandirse en el resto de la
región, donde los consorcios empresarios de Europa y Estados Unidos aún
conservaban cierta ventaja relativa, de cara a la elección de la norma para la
TDT.
Luego de la decisión tomada por Brasil, el
gobierno de Néstor Kirchner siguió adelante con sus propios tiempos. Durante
2006, los consorcios extranjeros que promovían las normas DVB-T, ATSC e ISDB-T
realizaron demostraciones en el país. La balanza por entonces se estaba
inclinando a favor de los europeos y Estados Unidos parecía el único capaz de
dar pelea porque los japoneses todavía no lograban hacer pie en Argentina.
En febrero de 2007 el gobierno español invitó al
secretario de Comunicaciones, Lisandro Salas, y al titular del Comité Federal
de Radiodifusión (COMFER), Julio Bárbaro, a participar del 3GSM World Congress,
que se llevó adelante en Barcelona del 15 al 17 de ese mes. Allí Bárbaro
declaró que estaban analizando adoptar la norma de TDT de manera coordinada con
Chile y Colombia. "Tuvimos
una cena con el secretario de Comunicaciones de España y gente de Chile y
Colombia; estamos analizando la posibilidad de tomar una decisión conjunta
entre los tres países", aseguró Bárbaro, quien de ese modo dejó en claro
que esa elección iba a ser por la norma DVB-T, no sólo porque el anuncio lo realizó
en Barcelona sino porque reveló que el tema se había estado analizando en una
reunión de la que participaron representantes de los tres países en cuestión
junto al secretario de Comunicaciones español, miembro del consorcio DVB.[6]
La fecha
límite por entonces parecía ser marzo de 2007 porque el gobierno chileno de
Michelle Bachelet había prometido que anunciaría su decisión a fines de ese
mes. Sin embargo, pocos días antes del límite Chile adelantó que postergaría
la elección sin plazo y en Argentina tampoco hubo novedades. Julio Bárbaro, que
apenas un mes antes había asegurado desde Barcelona que era necesario “acelerar
la elección”, reconoció a fines de marzo que el tema se había enfriado. “Por
ahora no hay nada. Y creo que por un tiempo más tampoco lo habrá. Es un tema
que no sólo requiere mucho estudio, sino que presenta una gran complejidad
política. Otra cosa no puedo decirle”, declaró a la prensa.[7]
Las causas de la postergación no quedaron del
todo claras. Desde el Poder Ejecutivo dejaron trascender de manera informal que
no habría novedades hasta después de las elecciones presidenciales del 28 de
octubre de 2007 y rechazaron incluso la idea de que fuera una postergación ya
que en todo momento habían dejado en claro que no tenían un plazo previsto,
aunque a fines de 2006 era un secreto a voces que iban camino a adoptar la
norma europea. Tal vez haya influido en la falta de definición la reunión que
el ministro De Vido mantuvo el 26 de febrero de 2007 con una delegación
japonesa encabezada por el viceministro de Asuntos Internos y de Comunicaciones
del Japón, Hideo Shimizu. “El gobierno argentino está trabajando fuertemente en
el desarrollo del sector de telecomunicaciones y el objetivo de nuestra visita
es mostrar las ventajas técnicas de la norma japonesa sobre las otras”, declaró
a la prensa Shimizu, quien viajó acompañado por ejecutivos de las firmas
japonesas Toshiba, NEC, Sony y Panasonic.
Otra especulación fue que el lobby llevado
adelante por Estados Unidos a través de su flamante embajador en Argentina,
Earl Anthony Wayne, había dado sus frutos, al menos poniéndole freno a un
desenlace a favor de Europa que parecía inevitable. En el Grupo Clarín estaban
convencidos de que Wayne había sido quien logró la postergación y la plana
mayor del multimedios, con el CEO Héctor Magnetto a la cabeza, le agradeció el
esfuerzo en una reunión que mantuvieron en la embajada el 7 de mayo de 2007,
según un cable diplomático filtrado por la organización Wikileaks (O`Donnell,
2011, pp.93-94). En ese encuentro, donde los ejecutivos explicitaron sus
diferencias con el kirchnerismo[8], Jorge Rendo,
director de Relaciones Externas de Clarín, aseguró que las acciones de Wayne
para presionar a favor de ATSC habían frenado la elección de DVB-T. En el
cable, también se resaltó que Rendo, quien llevó la voz cantante del grupo en
los aspectos referidos a la TDT, elogió la decisión de la Oficina Comercial de
la embajada de haber organizado un viaje junto al Foro ATSC para que una serie
de funcionarios argentinos hayan podido asistir a la exposición y convención de
la Asociación Nacional de Ejecutivos de Televisión en Las Vegas. “Los
argentinos que asistieron volvieron impresionados con la norma estadounidense y
admitieron que habían subestimado sus beneficios y capacidades”, se remarcó en
el cable (citado en O`Donnell, 2011, p.98). Durante aquella visita a la
embajada, Rendo planteó una sola preocupación vinculada a la TDT que terminaría
siendo premonitoria de lo que se venía. “Rendo observó que los japoneses se
aprovecharon de la oportunidad para posicionarse agresivamente y ser
considerados más seriamente”, destacó el autor del cable (citado en O`Donnell, 2011, p.98). No
obstante, en la embajada se mostraron optimistas:
El poderoso Grupo Clarín está en la misma vereda que la embajada en
promover una decisión del gobierno a favor de la norma ATSC estadounidense para
la televisión digital y los buenos negocios podrían ser una buena base para
nuestro diálogo en el futuro (citado en O`Donnell, 2011, p.98).
Lo que el autor del cable pareció no intuir fue
que estar en la misma vereda del Grupo Clarín en cuanto a la preferencia por
ATSC no iba a ser una ventaja para los estadounidenses, al menos si el
responsable de habilitar los “buenos negocios” era el gobierno argentino, con
el que Clarín no solo no iba a mejorar su relación sino que la iba a empeorar
significativamente a partir de 2008 por la cobertura crítica del multimedios
sobre la gestión del gobierno.
En ese contexto, los brasileños aprovecharon el
hecho de que no hubiese una definición sobre la norma para tratar de recuperar
el terreno perdido en Argentina luego de que fracasara la coordinación regional
sobre el tema. A su vez, los japoneses, como bien advirtió el directivo del
Grupo Clarín, Jorge Rendo, también iban a comenzar a incrementar la actividad
de lobby en el país para tratar de imponer el ISDB-T.
El 3 de agosto de 2008, el presidente brasileño
Luiz Inácio Lula da Silva llegó al país con varios funcionarios de su gabinete
y una delegación de empresarios. Ese
domingo por la noche Cristina Fernández de Kirchner y Lula cenaron en la
residencia del embajador brasileño en Buenos Aires y al día siguiente
mantuvieron una serie de reuniones de trabajo. Si bien por entonces no
trascendió públicamente, Lula le propuso a Cristina Fernández de Kirchner que
Argentina adopte la variante brasileña de la norma ISDB-T para potenciar el
desarrollo industrial y explorar nuevos mercados en la región de manera
conjunta. De este modo, se buscaba restablecer el convenio de cooperación que
habían firmado ambos países en diciembre de 2005 y que naufragó cuando Brasil
eligió ISDB-T sin consensuarlo con Argentina.
Gabriel Mariotto, titular del Comfer en aquel
entonces, contó que días después de la visita de Lula, participó de una reunión
en la Quinta de Olivos en la que Cristina Fernández de Kirchner le preguntó que
le parecía la posibilidad de avanzar con la adopción de la norma ISDB-T.
“Presidenta, nosotros somos peronistas, estamos con la tercera posición”,
respondió. Esta vez, la tercera posición no sería “ni yanquis ni marxistas”
sino “ni yanquis ni europeos” porque el gobierno había tomado la decisión
definitiva de inclinarse por el ISDB-T. “De ese modo, la Presidenta apostaba por
la integración latinoamericana y no quedaba comprometida con ninguno de los
grandes grupos de medios locales, ya que Clarín estaba con ATSC y Telefónica
con DVB-T”, explicó Mariotto.[9]
El 10 de noviembre de 2008, Yasuo Takahashi,
presidente del Grupo de Expertos de Radiodifusión Digital de Japón, comité
dependiente de la Asociación de Industrias y Empresas de Radiocomunicaciones de
Japón (ARIB, según sus siglas en inglés), envió al gobierno argentino una carta
en la que le expresó que si seleccionaba el estándar ISDB-T no tendría que
pagar los derechos de propiedad intelectual por el uso de las tecnologías
patentadas. En otra carta de ARIB, firmada por su secretario general Masayoshi
Wakao y fechada el 13 de noviembre del mismo año, se incluyó una “declaración
de intenciones sobre posible cooperación con Argentina” donde expresaba la
intención de apoyar la transferencia de tecnología y contribuir al desarrollo
de la TDT en el país. El 21 de noviembre, el director general del Departamento
de Tecnología de NHK, Takashi Yabashi, envió otra carta donde el canal público
japonés se comprometió a promover el intercambio de información técnica,
asistir en la planificación de la red de transmisiones de baja potencia,
proporcionar equipos de emisión, tales como cámaras de alta definición y
unidades móviles de alta definición a Canal 7, y promover el intercambio de
recursos humanos no sólo para la cooperación en el campo técnico sino también
para la producción de programas. Por último, el 16 de diciembre ARIB fue todavía
más allá y le hizo llegar al gobierno argentino una declaración de intención de
las empresas privadas japonesas para colaborar con la implementación de la TDT.
En ese texto, proponían crear un grupo de trabajo conjunto, ofrecían
cooperación técnica relacionada con el ISDB-T y con el área de la industria
eléctrica y electrónica en general, reafirmaban que no habría pago de regalías
por el uso de la patentes vinculadas a ISDB-T en el país y se mostraban
dispuestos a recibir pasantes y enviar instructores con el fin de apoyar las
actividades de un futuro centro de desarrollo de recursos humanos.[10]
El miércoles 22 de abril de 2009 Lula viajó a la
Argentina para participar de la tercera cumbre del Mecanismo de Integración
Bilateral, un espacio de coordinación que preveía reuniones semestrales para
repasar los proyectos en común. Al día siguiente se reunió a solas con Cristina
Fernández de Kirchner y ambos presidentes conversaron sobre la posibilidad de
impulsar de manera conjunta la TDT. El tema se analizó fundamentalmente desde
su potencial industrial y de empleo, más que tecnológico.[11]
Los meses siguientes continuó el trabajo conjunto
hasta que finalmente el 28 de agosto de 2009 se anunció la adopción del
estándar ISBD-T durante la cumbre de la Unasur realizada en Bariloche. Cuando
concluyó la cumbre, Cristina Fernández de Kirchner y Lula da Silva se reunieron
con Hiroya Masuda, enviado del primer ministro de Japón, Taro Aso, en uno de
los salones del Hotel Llao Llao. Se firmaron dos convenios. En uno Japón se
comprometió a transferir tecnología, capacitar recursos humanos y equipar a Canal
7 para que pudiera empezar con las transmisiones regulares. El otro acuerdo se
cerró con Brasil y contemplaba trabajar en conjunto para desarrollar el nuevo
dispositivo en la región.
El memorándum firmado con Japón volvió a dejar en
claro que para el gobierno argentino la introducción de la TDT, más allá de las
ventajas técnicas que podía representar, era un tema fundamentalmente de
política industrial. En los considerandos se destacó la importancia de
favorecer la cooperación bilateral en áreas relacionadas con tecnologías
avanzadas y de crear asociaciones bilaterales que logren la integración social,
científica, tecnológica y económica. En lo referido específicamente a la TDT,
el texto remarcó la posibilidad de explorar oportunidades ventajosas para ambas
partes en los campos de investigación, producción y provisión de equipos,
incluyendo oportunidades de fortalecer la integración productiva y el
desarrollo tecnológico, y fomentar la investigación y la cooperación en los
sectores de software y contenidos asociados con TDT.
El 1 de septiembre de 2009, el anunció se
complementó con la publicación del decreto 1148/09 de creación del Sistema
Argentino de Televisión Digital Terrestre, basado en el estándar japonés
ISDB-T. En los considerandos de la norma se afirmó que la Comisión Nacional de
Comunicaciones había realizado un informe técnico evaluando los principales
sistemas de TDT disponibles, concluyendo que “la evolución tecnológica
demuestra que si en algún momento existieron ventajas relativas entre los sistemas
analizados, en la actualidad y/o en el futuro pueden ser inexistentes o de una
magnitud poco importante”. Luego se destacó que Canal 7 había concretado una
serie de pruebas dejando explicitado que para la televisión pública resultaba
de interés poder acceder a todos los televidentes en forma libre y gratuita, ya
sea con receptores fijos o móviles, para lo cual “el sistema basado en el
estándar denominado ISDB-T o su versión brasileña SBTVD-T se ajusta a tales
premisas”. También se hizo referencia al Informe Técnico llevado adelante por
el Centro de Investigación y Transferencia en Telecomunicaciones de la
Universidad Nacional de San Martín que recomendaba los principios del estándar
ISDB-T, con sus mejoras introducidas y disponibles, para llevar adelante la
creación y posterior implementación del Sistema Argentino de Televisión Digital
Terrestre. Entre los argumentos a favor del ISDB-T se incluyeron también los
del Comfer, organismo que había remarcado que el sistema de TDT debía contar
con robustez ante cualquier interferencia, aun trabajando con esquemas de baja
potencia, tanto en recepción móvil o fija, para permitir la incorporación
eficiente de nuevos servicios, como la televisión móvil. En una clara
diferencia respecto a lo que había ocurrido en la década del 70 cuando los
países de Sudamérica adoptaron distintas normas para la televisión color, el
decreto también estableció en sus considerandos la coordinación regional como
una prioridad.
Lo que faltó durante el proceso de elección del
estándar técnico fue debatir qué modelo de televisión se quería a partir de las
posibilidades que ofrecía la nueva tecnología, ya que no todas las normas
garantizaban lo mismo e incluso si así fuera los cambios no dependen de esa
tecnología sino de lo que se quiera hacer con ella a partir del peso que
ejercen las tradiciones culturales, políticas, sociales y económicas. No hace
falta llegar a la etapa de la digitalización para comprobar esto ya que la
historia de la televisión demuestra que, con posibilidades y desarrollos
tecnológicos similares, a mediados del siglo pasado se consolidaron sistemas
televisivos nacionales con características muy diferentes, entre los cuales
contrastan el modelo comercial estadounidense, basado en la actuación de networks privadas financiadas con
sponsors y/o publicidad, y el de Europa Occidental, respaldado en la gestión
estatal o pública de estaciones financiadas a través de un impuesto directo
(Albornoz y García Leiva, 2012, p. 28).
Durante el proceso de elección del estándar técnico
en Argentina, no se discutió si era recomendable que los actuales
concesionarios del servicio de radiodifusión analógica conservaran 6 MHz cada
uno para transmitir desde su propia planta, como se había decidido en varios
países y como incluso había resuelto en 1998 el gobierno de Carlos Menem antes
de optar por la norma ATSC, o si, en cambio, se iba a privilegiar la
introducción de múltiplex digitales, administrados por el Estado o por un
gestor privado encargado de la operación y mantenimiento de la red, quien está
obligado a proporcionarle a los radiodifusores el acceso a la infraestructura
en términos justos, razonables y no discriminatorios. Tampoco se abrió el juego
para analizar si se quería privilegiar la televisión de calidad estándar o la
alta definición, qué papel tendría reservada la TDT en un país donde la
penetración de la televisión paga oscila el 80 por ciento, ni qué medidas eran
más convenientes para potenciar, por ejemplo, una red universal de educación a
distancia o la promoción de la inclusión social a través de la tecnología
digital, dos objetivos incluidos en el artículo 1 del decreto 1148/09.
Desde el gobierno, por ejemplo, sí se reivindicó
que uno de los objetivos era promover la inclusión social a través de un
servicio de televisión abierta y gratuita y se resaltó como una ventaja de
ISDB-T poder captar la televisión en teléfonos celulares y otros dispositivos
móviles sin tener que pagar por ello, pero no hubo más definiciones que esa y
ni siquiera se dictó una resolución que obligara a las empresas fabricantes de
teléfonos móviles a incorporar el chip que permitiera captar la TDT en los
celulares. Por lo tanto, esas compañías no lo hicieron ya que no les reportaba
ningún beneficio económico y amenaza los intereses de las telefónicas, que son
sus principales clientes. Al no poder controlar el negocio de la televisión
digital terrestre móvil ni poder brindar ningún tipo de servicio audiovisual,
el objetivo de las telcos se concentró en que los usuarios consuman videos
disponibles en las redes sociales e internet en general a través de las redes
3G y 4G, lo que desde ya implica un costo adicional para ese abonado que paga
por el tráfico de datos.
La mayoría de las cuestiones referidas al modelo
de servicio quedaron sin definición de cara a la implementación de la TDT, como
si la discusión sobre el estándar técnico fuera independiente del modelo que se
buscaba promover. De hecho, fue recién con el decreto 1148/09 de adopción de la
norma que se creó un Consejo Asesor del Sistema de TDT para colaborar con el
cumplimiento de los objetivos enunciados en esa norma durante la
implementación. El decreto 1148/09 estableció un plazo de diez años para
concretar el proceso de transición de la televisión analógica a la digital e
instruyó al Consejo Asesor a que dicte todas las normas complementarias que
fueran necesarias.
Palabras finales
La relevancia que supone la elección de una norma
técnica ha sido relativizada en varias ocasiones con el argumento de que son
barreras artificiales. Nicholas Negroponte señaló que no tenía sentido fijar en
forma definitiva valores muy específicos relacionados con la calidad de la
imagen, como resolución, cuadro por segundo y forma de pantalla, porque eso
suponía legislar sobre variables como si las mismas fueran constantes. “Lo
mejor es darle la menor importancia posible a cualquier estándar fijado
arbitrariamente, aunque más no sea porque lo que hoy parece lógico, mañana será
una tontería”, aseguró (Negroponte, 1995, p. 51).
Lo que se buscó dejar en claro en este trabajo,
más allá de la discusión sobre los estándares en sí mismos, es la importancia
de la política pública en la definición de estas cuestiones, ya que en ningún
momento es la técnica la que marca el camino a seguir sino motivaciones
geopolíticas, industriales, comerciales y sociales.
Al recorrer la historia de la televisión
argentina, puede verse que la elección del estándar N para el despliegue de la
televisión en blanco y negro formó parte de un alineamiento con Estados Unidos,
en el que influyeron decisivamente las compañías privadas de ese país. En el
caso del estándar para la televisión en colores, fueron capitales alemanes los
que aprovecharon su oportunidad de la mano de la organización del Mundial de
Fútbol de 1978, mientras que en 2009 se terminó imponiendo una estrategia
coordinada con Brasil, principal promotor regional del estándar japonés, que
derivó en un sorpresivo distanciamiento tanto de Europa como de Estados Unidos.
Como decía Raymond Williams (2011 [1974]), ni la teoría ni la práctica de una invención
técnica debe ser considerada como una causa necesaria o predictora, ya que
puede cambiar y ese cambio no dependerá de las propiedades del dispositivo sino
de la lucha social de los sujetos. Por lo tanto, las únicas ocasiones en las
que la tecnología se desarrolla como un hecho aparentemente autónomo es cuando
esos sujetos no son capaces de identificar las verdaderas fuerzas que la
impulsan y de hacerles frente.
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[1] Beatriz
Sarlo (1992) y Mirta Varela (2005) ofrecen un recorrido interesante por algunas
publicaciones periódicas, como Crítica y Caras y Caretas donde la televisión ya
aparecía como anticipación imaginaria.
[2] LR3 TV Canal 7 fue el nombre de la emisora
hasta marzo de 1956 cuando pasó a llamarse LS82-TV Canal 7.
[3] Entrevistas a Jorge Curatella, 30 de abril de
2014 y 12 de agosto de 2014.
[4] Entrevistas a Oscar Nunzio, 5 de septiembre de
2014 y 12 de noviembre de 2015.
[5] Esas especificaciones fueron modificadas a
través de la resolución 292 del 6 de agosto de 1981.
[6] “TV digital: Habría una norma en común con
Chile y Colombia”, La Nación, 14 de febrero de 2007.
[7] “Congela el gobierno anuncio de la norma para
TV digital”, Ámbito Financiero, 29 de marzo de 2007.
[8] En aquella reunión con el representante de
Washington, los directivos de Clarín criticaron la política económica del
kirchnerismo, la “falta de compromiso del gobierno argentino con el diálogo
político” y se quejaron porque el entonces presidente Néstor Kirchner había
dejado de recibirlos. Para acceder a una reseña completa de ese encuentro
narrado en el cable diplomático del 17 de mayo de 2007 se recomienda leer
“Clarín I” del libro ArgenLeaks de Santiago O´Donnell (2011, pp. 93-101). A su vez,
para un detalle de la relación entre los medios de comunicación y el gobierno
argentino bajo el prisma de los cables de Wikileaks se aconseja leer “Dossier
no apto para simplificaciones” en Wiki Media Leaks de Martín Becerra y
Sebastián Lacunza (2012, pp. 43-77).
[9] Entrevista a Gabriel Mariotto, ex titular del
Comité Federal de Radiodifusión y de la Autoridad Federal de Servicios de
Comunicación Audiovisual, 18 de mayo de 2016.
[10] Las
cartas forman parte del anexo I del Memorándum firmado el 28 de agosto de 2009
entre Argentina y Japón con respecto a la introducción de la TV digital basada
en la norma ISDB-T y la cooperación para el desarrollo de la industria.
Disponible en:
https://tratados.cancilleria.gob.ar/tratado_ficha.php?id=mqKnng==
[11] “El sistema de TV digital”, Página/12, 24 de
abril de 2009.