Entrevista a Emiliano Treré: “En un mundo donde los algoritmos están aquí, hacen parte de nuestra vida e influyen en nuestras decisiones diarias, la resistencia está en lo cotidiano”

 

 

 

Silvina Mentasti

silmentasti@gmail.com

Licenciada en Comunicación Social (UNICEN). Se encuentra realizando la Especialización en Comunicación Digital de la UNLP. Ha trabajado en el campo de estudios donde confluyen la comunicación y la mediación tecnológica en el marco de la línea de investigación Mediaciones Tecnológicas y Comunicación Digital (MT&CD - NACT ECCO) radicada en la Facultad de Ciencias Sociales, UNICEN.

 

Martín Mozotegui

martinmozotegui@gmail.com

Periodista (UNICEN). Productor de contenidos en Filo.news

 

Al momento de hacer referencia a los fenómenos que atraviesan el campo comunicacional en la actualidad, resulta inevitable mencionar los procesos de datificación que se pueden encontrar en cada uno de los ámbitos de nuestra vida en sociedad. Dada la complejidad que implica su abordaje en tanto aspectos teóricos a considerar, cuestiones conceptuales y prácticas culturales cotidianas, los estudios sobre plataformas y procesos de datificación se caracterizan por la interdisciplinariedad. A ello hace referencia Emiliano Treré, investigador italiano, profesor de la Cardiff University (Gales), quien se desempeña como co-director del Data Justice Lab y es co-fundador de la iniciativa Big Data from the South, en la que trabaja junto con  Stefania Milan.

 

En este diálogo con RAC, Treré repasa experiencias latinoamericanas y europeas de investigación de prácticas culturales cotidianas en la sociedad datificada y nos invita a pensar colectivamente para promover instancias de resistencia comunes, las cuales resultan fundamentales para pensar desde el enfoque de justicia social y derechos humanos que desarrollan desde el Data Justice Lab.

 

- En América Latina una parte de los discursos críticos en torno a la expansión de los usos de las tecnologías digitales se referencia en un proceso político de articulación de demandas relacionadas con la comunicación y la información con enfoque en los Derechos Humanos. En Europa parecería que los discursos tienen una mayor heterogeneidad de procedencias, pero en todo caso lo que nos gustaría es que nos comentes cuáles son las diferencias que encuentras en los discursos críticos entre Europa y América Latina.

 

Es una pregunta muy importante y también muy amplia. Muy ambiciosa por varias razones, la primera es que claramente el contexto europeo tanto como el latinoamericano es heterogéneo en el sentido de si hablamos de mirada latinoamericana siempre son muchos países con varios enfoques y Europa es similar también con la complicación de que hay varios idiomas. Entonces no se si se puede hablar de perspectiva europea o latinoamericana, obviamente podemos analizar algo, eso sí, seguro que algo podemos hacer. También tengo que decir que mucho de lo que trabajo yo de perspectiva europea es en Reino Unido que tiene una relación muy rara con Europa. Políticamente está en Europa pero por muchas razones quiso salir de la Unión Europea, pero ese es otro capítulo, incluso diferente, y tiene rasgos similares y algún desarrollo más anglosajón. Entonces yo creo que hay áreas de desarrollo y creo que hay diferencias en cómo los países tratan las tecnologías y los datos. Yo me ocupo mucho de tecnologías digitales pero sobre todo cuestiones de datos, que sí incluyen y tocan temas digitales pero son un poco más específicos.

Creo que hay una preocupación en tanto derechos humanos que viene desde muy lejos, desde los 90 que se ha extendido y se ha aplicado al mundo de los datos y de los algoritmos. Por otro lado, ha surgido esta cuestión de que el Data Justice Lab[1] es uno de los sitios donde lo ha llevado y lo hemos incorporado desde la justicia social en relación con los datos que es un enfoque, un área de investigación y de preocupación alrededor de cómo se usan los datos y cómo se implementan sistemas de datos que puede ser un área que se encuentra desde centros en Holanda hasta nosotros pero también en Estados Unidos y otros centros de América Latina. ¿Qué es lo que tenemos de diferencia? Tal vez pueda estar de acuerdo con una mayor heterogeneidad de enfoques y más áreas que se solapan y se cruzan pero creo que hay una especie de preocupación compartida por ir más hacia el área de enfoques individualistas, un poco más centrados en lo que es la privacidad. Osea es un tema más, de hecho es un abanico de temas que se van juntando, pero tal vez lo que hay más a nivel europeo pero que también he visto en Estados Unidos son más intentos de reaccionar a posteriori, cuando el daño ya se ha producido y después de la implementación de un sistema. Y esto abarca desde Colombia, Uruguay, Brasil a Argentina… Entonces en lugar de reaccionar sólo después de que se ha operado y con muy pocas posibilidades de queja tal vez por vías más legales se está difundiendo una sensibilidad diferente que dice cómo pueden las ciudadanías estar involucradas en el proceso antes o mientras tanto.

En Brasil sé que se ha desarrollado, ahora en relación con la nueva ley de inteligencia artificial y datos, en una discusión sobre cómo incluir algunas partes de la ciudadanía y qué tipo de voz pueden tener en el proceso, pero eso fue resultado de algo conflictivo. No fue algo que se tomó en cuenta desde el comienzo, como pasa muchas veces en Europa también. Entonces es luchar contra la caja negra de esto, e incluso muchas veces frenar u obstaculizar en contra del desarrollo de esto antes de que eso suceda.

 

- Uno de los discursos que problematiza ciertos usos tecnológicos que tiene presencia en Europa, y en el que vos estás inscrito de alguna manera como coordinador del Data Justice Lab, es el de la Justicia Social relacionada con el uso de los datos. ¿Podrías comentarnos un poco sobre la génesis de este enfoque?

 

Esto se conecta mucho a lo que acabamos de dibujar, la cuestión es que yo llego más tarde que mis compañeras del Lab porque yo vengo desde el activismo digital y de activismo de datos, después de haber estado casi 5 años en México como profesor e investigador. Entonces yo llego allí desde el activismo mientras mis compañeros del Lab vienen de una cuestión vinculada a los estudios de vigilancia. Hubo un proyecto sobre cibervigilancia, que tenía que ver con preocupaciones relacionadas con todo lo que acaba de ser la desilusión de lo digital digamos, no es que ellas fueran entusiastas en este aspecto pero había una ola diferente. Luego se siguió un poco con la ola activista del 2010/11 hasta el 2013 y luego vino el dark side, la parte de la realización de que efectivamente no había nada emancipador en sí en estas nuevas tecnologías pero el panorama era incluso mucho peor de lo que habíamos pensado.

Y ahí identificamos una urgencia de repensar lo que hacemos, entonces ellas ven que hay un enfoque exagerado en el individuo como centro de todo del debate, en el sentido que es quien tiene que usar estos tipos de herramientas porque hay un tema de privacidad grande. Ahora bien, el problema es estructural y es un problema de poder, entonces creo que lo que se hizo fue un poco desplazar desde el individuo a la colectividad este problema de los datos en la sociedad datificada porque es una cuestión de la sociedad entera y es una preocupación de la sociedad entera.

Es una cuestión que nos toca a todos, efectivamente los activistas son más conscientes pero no solamente los activistas de los datos tienen que serlo sino que todo tipo de activismo ahora pasa por los datos, y la cuestión de la justicia social es el marco conceptual que nos parecía el más amplio, poderoso y flexible para poder reflexionar sobre estos cambios en la sociedad. Sobretodo desde un punto de vista social y sociológico porque somos todos investigadores sociales en el Lab, no es una cuestión computacional, es una cuestión de cómo investigadores sociales podemos reflexionar desde muchos puntos de vista, obviamente Nancy Fraser nos impactó mucho pero puedo decirte muchos otros autores, hay otros enfoques relacionados con políticas, otros enfoques vienen más de la comunicación para el cambio social para el desarrollo. Nuestra concepción de justicia es muy amplia pero pensamos que es una buena oportunidad para reflexionar sobre los cambios que, repito, son mucho más grandes y tocan muchos más ámbitos y esferas sociales de las que pensamos, es un cambio de paradigma.

 

- Dentro del Data Justice Lab hay dos iniciativas que aportan elementos relevantes para pensar los procesos de datificación de nuestras sociedades. La primera es el Data Harm Record que proporciona un registro continuo de los daños que han causado a individuos y poblaciones los usos del Big Data. ¿Podrías desarrollarnos esta idea de “daño de datos”? ¿Cuáles son los daños que se registran con mayor frecuencia y si tienen registros de ello en América Latina?

 

Ese es un proyecto que se inició desde Canadá y luego intentamos llevarlo un poco hacia el resto del mundo, desafortunadamente no tuvimos suerte con un intento de ampliarlo a América Latina  aunque hemos tenido un par de investigadores que sí han mirado cuestiones en Chile por ejemplo. Hay dos cosas que quiero decir al respecto, la primera es que el intento de decir daños digitales es un intento de decir que es mucho más material y concreto de lo que parece, osea, los problemas que se originan en una sociedad datificada por gestiones de sistemas de datos no son cuestiones marginales sino que son cosas que pueden afectar la vida de las personas. La segunda es que son daños multidimensionales, efectivamente hay un espectro donde hay algún daño que no es tan significativo pero puede implicar no tener acceso a algún tipo de servicio, desde la salud hasta cuestiones escolares (básicamente todos los servicios en la sociedad datificada están permeados por estos sistemas). Por lo tanto, el espectro es tan amplio que en el otro polo hablamos de gente que puede ser encarcelada en forma injusta, o puede tratarse también de cualquier tipo de decisiones que te dejen fuera de la Universidad o de tu trabajo, que atentan también contra tu propia libertad y autonomía. Se trata de un espectro con consecuencias que pueden ser muy extremas.

 

- Otra iniciativa del Data Justice Lab es el “Big Data from the South”, un proyecto para el intercambio teórico y empírico sobre los desafíos de la datificación y la recopilación masiva de datos en el Sur Global. ¿Podrías comentarnos los principios teóricos, metodológicos y epistemológicos en los que se sostiene, así como la apuesta política que orienta el enfoque?

 

Esta es una cuestión y una preocupación que nació hace 5 años en Cartagena donde se dio una preconferencia de comunicación y media research donde tuvimos la oportunidad de hacer algo juntos con Stefanía Milán de la Universidad de Amsterdam. De ser un pequeño evento pasó a ser algo muy grande, muy participativo. Ahí nos vino esto de Big Data from the South. Esa era una ocasión fantástica para juntar tanto académicos y actores de ONGs para reflexionar un poco sobre lo que veníamos viendo en el ambiente de datos donde tanto Stefania como yo ya llevábamos varios años trabajando, que era esta tendencia bastante universalista y homogeneizante que decía que los desarrollos eran bastante iguales. Se trataba de pensar a esta datificación como algo que iba a pasar, algo inevitable, con muy poca atención sobre culturas locales, un poco como lo que había pasado hace décadas con la cuestión de los medios. Normalmente esta tendencia uniformadora viene de EEUU entonces lo es también a nivel lingüístico. Entonces hay (y sigue habiendo) un intento por romper estas miradas. En Latinoamérica desde Martín Barbero, Rosana Reguillo por ejemplo… hay un intento por desafiar esa mirada única e incorporar mucha más cultura dentro de esas visiones tecnicistas de datos.

Tuvimos más éxito de lo que pensamos, se formó una comunidad muy amplia de miles de personas con un mailing donde hemos participado. Queríamos algo menos en línea con la academia actual y fue con un blog multilingüe que lo encontramos, eso es muy importante para nosotros. También buscamos hacer sentir a la gente que tiene al inglés como lengua madre, bueno, incluir una incomodidad de leer en otros idiomas.

Eso lo hemos llevado a otras alturas con la explosión del COVID con un spin off que se llama COVID 19 from the margens. Lo que hicimos en este proyecto fue pagar a gente para que contribuyese al blog con voces y nos contara qué es lo que estaba pasando con la relación entre datos, tecnología y pandemia en sus propios lugares. Estamos hablando de aproximadamente 75 autores con 7 u 8 idiomas que al final terminaron un libro de acceso abierto. Y esa es la otra cuestión porque el conocimiento de esta red no puede estar cerrado. Por eso nos pareció fundamental que todo lo que hacemos sea de acceso abierto y creo que el 95% de las otras publicaciones analizadas son también de acceso abierto.

Y si bien hemos tenido muchos éxitos con la red, ello no se ha traducido en poder obtener fondos para sustentarla, por lo cual es un poco complicado ahora. Sigue viva pero no tan viva como nos gustaría debido a nuestros pendientes con otros proyectos y otras cuestiones, es una cuestión viva pero menos financiada de lo que habíamos esperado. A nosotros nos parecía algo super urgente financiar algo de este tipo pero hemos tenido menos éxito del que pensábamos.

 

- Al respecto de la parte del activismo que mencionaste… hemos notado que en varios artículos has recuperado experiencias de crítica, resistencias y activismo político que tienen como herramienta de lucha o como objetivo las tecnologías digitales. De esas experiencias tratas de recuperar el potencial emancipador que puede tener la politización del uso de las tecnologías. En torno a esto queríamos consultarte si del mismo modo que se desarrollan estas experiencias críticas “de izquierda” o “progresistas”, encontramos la proliferación de apropiaciones por parte de grupos reaccionarios de derecha que utilizan las tecnologías para impugnar la presencia y circulación de los discursos de ciertas subjetividades (de género, etnia, etc.) mediante los discursos de odio (por ejemplo). ¿Cómo analizas estos fenómenos?

 

Por un lado eso se conecta a lo que acabamos de decir sobre el entusiasmo digital que desde el 2013 con los movimientos nos encontraba más entusiasmados a nivel del potencial de las tecnologías. Ahora, al contrario, vivimos en una problemática temporal, muchos son demasiado apocalípticos en torno a eso. Entonces yo recuperaría un realismo y un pragmatismo digital que tiene en un centro la concepción de ambivalencia. Es muy naif pensar que no puedan ser utilizadas, de hecho lo son de forma muy efectiva por el poder y por grupos reaccionarios que han sido grupos de derecha, racistas, antiderechos humanos. Esta constelación terrible que es increíble en usar las herramientas de la cultura digital, se han apropiado muchísimo, desde los memes, incluso la ultraderecha escandinava usa memes con fines propagandísticos o con una especie de propaganda computacional que se basa en gestiones de algoritmos muy efectivas y sofisticadas que yo empecé a ver mucho antes de Trump. De hecho la encontré en 2010 en las campañas mexicanas, luego la estudié en el libro y América Latina siempre fue adelantada tanto en la protesta social de la izquierda más radical pero también en la represión y el discurso de odio como han mencionado.

Me temo que era muy adelantado también desde hace más de 10 años en intentar manipular la opinión pública e intentar introducir sesgos, problemas, conflictos y/o fricciones intentando contaminar la protesta social para que parezca diferente a la opinión pública.

En un mundo donde se juega mucho de la política en este ámbito digital o datificado eso es lo que nos toca, entonces es profundamente ambiguo el discurso. Pero tampoco queria caer en nuevos catastrofismos apocalípticos que dicen que la resistencia no existe o que los espacios de autonomía son completamente obliterados. Hay resistencia y es viva y vibrante, porque está en todas partes. Dado que no hay casi ningún espacio que quede sin el dominio o la infiltración de lo que son algoritmos y datos, nacen nuevas formas de resistencia dentro de las brechas, algunas más efectivas y algunas menos, y no son cuestiones de activistas sino de todos nosotros. En algunos casos los activistas son más conscientes de lo que están haciendo.

Junto con Tiziano Bonini de la Universidad de Siena acabamos de escribir un libro que se publicará a comienzos del año que viene con el MIT Press que trata de la resistencia algorítmica en diversos ámbitos, desde los influencers hasta los que te llevan la comida, hay casos cada vez más problemáticos, lo acabamos de ver con lo que pasa con Uber.

En un mundo donde los algoritmos están aquí, hacen parte de nuestra vida e influyen en nuestras decisiones diarias, la resistencia está en lo cotidiano. Existe y hace bien esperar pero tenemos que hacer lo máximo para hacer que florezca. También hacemos una diferencia entre resistencia a los algoritmos y resistencia a través de los algoritmos: en el primer caso se da cuando asociaciones, organismos y ONGs luchan en contra de sistemas de datos injustos que han sido implementados desde el estado. A través de los algoritmos, en cambio, la lucha está en las redes sociales, en las aplicaciones, cuando intentamos buscar maneras de vivir mejor dentro de estos espacios cada vez más algorítmicos a través de otros espacios de construcciones de solidaridad, a través de compartir tricks para poder estar mejor. Es una lucha contra las plataformas y eso pasa a diario. Desde nuestro trabajo etnográfico de 2 años hemos visto que es una cosa que está en todas partes, en todo tipo de industria, en todo tipo de campo o de ámbito social.

Es todo más ambivalente, más impuro y menos apocalíptico de lo que pareciera, yo creo que esto nos sirve también para imaginar futuros diferentes porque sin ningún tipo de esperanza en esta visión apocalíptica que a veces domina es difícil, tenemos que reivindicar un poco de esto. Siempre siendo realistas y pensando en esta ambivalencia, que es una ambivalencia que caracteriza también al activismo y siempre lo ha caracterizado. 

Es importante, finalmente, destacar que la lucha tiene que llegar a todos. El punto es que no es una cuestión nada más de activistas de datos, tiene que llegar a los bares, al mercado, tiene que ser transversal sino termina siendo una reacción a algo que no cambia estructuralmente las cosas. Junto con la conversación acerca del cambio climático que es la más urgente, es algo que nos toca a todos.



[1] https://datajusticelab.org/